La finca, que se adquirió como destino de ocio y recreo de la familia y sus invitados, se comenzó a habilitar como un lugar donde poder practicar el tenis, la caza, y la monta de caballo. Junto con ello, la familia creo unos jardines con numerosas plantas autóctonas y exóticas, dotándola de una gran diversidad.
La familia abandonó la idea original de construir su finca de recreo y el parque se abandonó, permaneciendo en la misma únicamente el guarda que residía en el caserío que hay en el parque. Con el paso del tiempo las zarzas y maleza fueron cubriendo el terreno y la finca comenzó a sufrir un proceso de naturalización que ha llegado hasta hoy en día. Igualmente fue lugar ocupado por buscadores de setas y cazadores cuando se levantaba la veda. Desgraciadamente, también hubo quien lo utilizó como lugar donde verter residuos de modo ilegal.
Finalmente, en la primera década de los años dos mil, casi 100 años después del comienzo de esta historia, el Ayuntamiento de Leioa pudo adquirir los terrenos de la finca original y acometió, durante varios años de trabajo, la actuación de recuperación de la zona con objeto de habilitar el actual parque y bosquete: una auténtica joya de la naturaleza en el corazón de la ciudad.