La casa fue inaugurada oficialmente en 1918 (cuatro años después de comenzar su construcción), año en el que la visitó el rey Alfonso XIII, quien, siempre que venía a Vizcaya, permanecía algunos días en ella.
A partir de este año la familia ocupaba el Palacio durante el verano y parte del otoño. Los negocios hacían que Víctor Chavarri tuviese que residir en invierno en Madrid, si bien dos o tres días a la semana se desplazaba a Bilbao a atender sus numerosas empresas. En tiempo de la República la familia vivía en el Palacio durante todo el año.
Durante la Guerra Civil, Artatza fue utilizado como cuartel por algunos batallones de gudaris. Posteriormente, Artatza continuó siendo residencia permanente de los Chávarri y lugar de veraneo de los descendientes hasta 1979. Durante muchos años, recibió visitas de las personalidades más importantes de la sociedad y la política de la época, que dejaron estampadas sus firmas en el libro del palacio.
Desde 1989, el edificio es propiedad del Gobierno Vasco, mientras que la Diputación Foral de Bizkaia se ha hecho cargo de los jardines, que ahora son parque público.
Este palacio comenzó a construirse en el año 1914, según el proyecto que el arquitecto Manuel María de Smith Ybarra diseñó para el industrial Víctor Chávarri Anduiza, Marqués de Triano.
Resultado del florecimiento económico y consecuente renacimiento artístico que tuvo lugar a mediados de la década de 1910 hasta los años 30, y que se plasmó en un gran número de proyectos residenciales en la vecina Getxo, Artatza es, sin duda, la mejor y más emblemática obra de Smith, una genuina interpretación local del estilo inglés Reina Ana.
El edificio se ubica en un amplio solar irregular de casi 300.000 m2, topográficamente accidentado, localizado en el Arenal de Artatza, que es el que da el nombre a la casa. Los terrenos fueron subastados por el Estado en 1894 y adquiridos por la familia. Fue la esposa de Chávarri, María Josefa Poveda y Echagüe, quien eligió este emplazamiento privilegiado para edificar la que sería su residencia.
En el exterior del edificio, con planta en forma de U y orientado hacia el Sur y el Oeste, se aprecian con claridad las características del estilo inglés: el variado juego de volúmenes de cubiertas y chimeneas y la asimetría del conjunto, la combinación de materiales como la piedra y el ladrillo rojo visto, y la adopción de estilos muy diversos en los ventanales, entre otras. El arquitecto Smith puso su sello personal a este estilo inglés, introduciendo rasgos del estilo neovasco como los entramados de madera y la mayor inclinación de las cubiertas.
El conjunto del edificio es impresionante, como también lo era el entorno: albergaba un campo para la práctica del crocket y pistas de tenis, una huerta protegida por una arboleda, pastos, un invernadero, un depósito de agua y gallineros. Los jardines, que rodeaban todo el edificio y estaban inspirados en los de las grandes residencias victorianas, estaban compartimentados en zonas independientes con pérgolas, rosaledas, bancos de piedra y madera pintada, y copias de esculturas griegas como el Discóbolo de Mirón, que aún se conserva. También había dos estanques, uno con nenúfares y otro con embarcadero. Alrededor había un campo de golf de 9 hoyos en terrenos de Getxo y Leioa, en el que los dueños del palacio y otros miembros destacados de la burguesía pasaban sus ratos de ocio. Todo el terreno de Artatza se rodeó con una tapia y, desde la portería presidida por dos leones, se accedía a la casa por una carretera flanqueada por árboles.
Las diferentes estancias de Artatza, todas ellas muy luminosas, se distribuyen en cuatro zonas independientes (dependencias principales, zona de servicio, habitaciones de invitados y nursery o zona para niños) repartidas en varias plantas:
En la planta baja, el arco tudor del porche principal, presidido por el escudo de la familia, conduce a un amplio vestíbulo que comunica con una hermosa capilla, un despacho y un grandioso hall con galería superior, inspirada en el patio del convento de San Gregorio de Valladolid, con magníficas vidrieras emplomadas y artesonados. A continuación, hay dos grandes salones con chimeneas y un comedor conectados con una serre o habitación-jardín acristalada. En esta planta también había un comedor y salas para niños y algunos dormitorios de invitados con sala, ropero y baño propios, con acceso individualizado desde el exterior. El área central albergaba las dependencias del servicio, que tenía entrada propia y contaba con amplias habitaciones destinadas a cocina, fregadera, despensa, comedor de criados y lavandería, desde las que se accedía a un sótano con bodega, despensa, cuarto para la calefacción y el agua caliente, almacén para el carbón y la leña y trastero. En el ala opuesta a lo que podríamos llamar “zona noble”, estaba el garage, las cuadras y caballerizas y el taller.
En la primera planta, las habitaciones principales, las de invitados, niños y criados, estaban ubicadas en zonas muy definidas e independientes, siguiendo el mismo esquema de la planta baja. En este mismo piso había también una enfermería.
La influencia inglesa no solo se manifestó en la arquitectura, en la búsqueda de intimidad y privacidad, sino también en la decoración interior inspirada en el movimiento Arts and Crafts: los techos planos con sencillas molduras de escayola, las paredes tapizadas, empapeladas o empaneladas, los suelos de mármol, parquet y tarima de maderas nobles, las piezas de mobiliario, e incluso los sanitarios, seguían los dictámenes de la moda inglesa que tanto influyó en el estilo de vida de muchos hogares burgueses.
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