Hasta hace pocos años, el ocio ha sido un bien escaso, ya que los trabajos necesarios para atender a la mera subsistencia ocupaban muchas horas del día. Por eso, el tiempo libre se disfrutaba más intensamente, siendo las principales diversiones de los leioarras el deporte y las fiestas.
El fútbol, importado de Inglaterra, se convirtió en poco tiempo en el "deporte rey" en Leioa. A finales del siglo XIX las campas de Lamiako vieron nacer al Athletic Club y al Bilbao Football Club, cuya unificación daría lugar al actual Athletic Club de Bilbao. En aquel rústico escenario, que obligaba a los espectadores que acudían en tren a bajarse de los vagones en marcha porque no había apeadero cerca, disputó el Athletic sus partidos durante una década, vistiendo todavía la indumentaria blanquiazul.
Entre los meses de mayo y septiembre tenían lugar las esperadas fiestas de los barrios. San Isidro en Ondiz, San Máximo en Lamiako, Corpus y San Juan en Elexalde, Santi Mami, San Bartolomé, Andramari y Andramaritxu en Ondiz, San Cestero en Lamiako y San Miguel en La Chopera convocaban toda clase de actos deportivos, religiosos, musicales y de habilidades para procurar la participación y la distracción de los vecinos.
Hacia el gran cambio de los años 60
La Guerra Civil fue de corta duración en Leioa, aunque sus efectos se prolongaron durante muchos años. El aeródromo de Lamiako fue la base de operaciones de los escasos aparatos que opusieron resistencia a los alzados y sus aliados alemanes e italianos; por ello, las pistas y las vecinas instalaciones de la fábrica Earle, en la que se manufacturaban municiones, fueron objetivos preferidos de la aviación sublevada, que sembró el miedo y las privaciones entre los habitantes.
Concluidas las operaciones bélicas en junio de 1937, la principal ocupación de los vecinos consistió en reunir medios materiales para la supervivencia. El proceso de recuperación, muy lento al principio, se aceleró en los años sesenta, con la instalación en Leioa de nuevas e importantes empresas que ayudaron a elevar el nivel de vida y el poder adquisitivo de una población cada vez más crecida.
El inevitable desarrollo urbanístico y los primeros atisbos de oposición al régimen de Franco abrieron la puerta a una nueva época; Leioa atravesó el umbral totalmente transformada.
Patrimonio histórico-artístico
En los grandes pueblos y ciudades, los edificios más sobresalientes suelen localizarse en su centro histórico: Leioa, cuya forma de poblamiento original fue el caserío disperso, carece de ese núcleo central, pero no por ello deja de contar con inmuebles destacables.
En cuanto a la arquitectura religiosa, cabe reseñar los templos de San Juan Bautista y San Máximo y las ermitas de Ondiz y San Bartolomé. La arquitectura civil, por su parte muestra las vetustas ruinas de las casas-torre de Alzaga y Ondiz, los palacios Mendibil, Zabala o Atxutene y Artatza, pertenecientes a épocas y estilos bien distintos.
Pero lo más característico son los caseríos, construcciones ligadas a un peculiar modo de organizar la familia, la economía y la propiedad. La casa que centraliza la explotación es discreta, cerrada y compacta, habitualmente sin adornos ni blasones en los muros. Únicamente llama la atención su amplio portalón abierto en las fachadas Este o Sur, que acoge faenas domésticas y es símbolo de hospitalidad. La adecuación a los modos de vida actuales ha deparado modificaciones y deformaciones del caserío tradicional, pero todavía pueden contemplarse algunos ejemplares en los barrios del municipio. También el rehabilitado molino de Elexalde desempeña el gustoso papel de testigo del pasado preindustrial.