Hace mucho frío. Y no me refiero a la sensación térmica sino a al ambiente económico del mundo en general y de nuestra Europa en particular. Llevamos ya varios años de crisis y dicen los expertos, los que se equivocan mucho y los que lo hacen menos, que va para largo.
Hay razones para la suma prudencia. Para redoblar los esfuerzos de una gestión seria y responsable. Analizando el sentido de cada uno de los euros que se invierten o se gastan. Y, en tiempos de escasez, priorizar aquellos que, además de dinamizar la economía actual, sean tractores de riqueza futura y que, tras su puesta en funcionamiento, generen retornos económicos. Y todo ello, sin olvidarnos de los que menos o casi nada tienen en una sociedad cada vez más castigada por el desempleo.
Todo ello nos ha de llevar a invertir y a gastar bien. Pero no, en un ejercicio de escapismo irresponsable, a renunciar a todo. Porque la parálisis total conlleva en tiempos de frío a la hipotermia y a la muerte. Lo fácil, es parar, retrasar y deshacer. Y también lo estéril.
Toca, sin embargo, hacer que las ideas que son buenas puedan ser realidad. Toca reformular proyectos, hacerlos más posibles, acometerlos por fases, hacer de la necesidad virtud. Pero hacer.
Buen ejemplo de todo ello ha sido la Feria de artesanía de Leioa de este inicio de noviembre. Con la que estaba cayendo, y ahora sí que refiero a la lluvia ingente, con Euskadi en fase de alarma por inclemencias metereológicas, y con los ajustes que tuvimos que hacer, la feria tuvo su hueco. Zorionak a los que, pese a todo, la hicieron posible y a quienes quisieron disfrutarla.